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Columna de Opinión

Conocer para proteger: el verdadero mundo de las abejas nativas

Conocer para proteger: el verdadero mundo de las abejas nativas

Más allá de la Apis mellifera, Chile alberga una diversidad única de abejas solitarias que merecen ser conocidas y resguardadas.

Prof. Schapheer
Dra. Constanza Schapheer Carrasco Profesora Asistente, área biodegradación de residuos, ecología microbiana y reciclaje de materia orgánica.

Suele suceder que, cuando hablamos de abejas, lo primero que se viene a nuestras mentes es la laboriosa Apis mellifera o abeja melífera, que ha acompañado a nuestra especie por más de 10.000 años, desde los inicios de la agricultura en el delta del Nilo y la Creciente Fértil. Sin embargo, es necesario precisar que esta corresponde a solo una de las más de 20.000 especies que hay en el mundo y que, además, es un animal doméstico que ha pasado por un proceso de selección artificial, en donde se han ido escogiendo rasgos deseables para los apicultores, como por ejemplo la capacidad de producir grandes volúmenes de miel.

Así que la realidad de estos insectos es un poco más compleja. Primero que todo, debemos comprender que la aparición de estos insectos se remonta al Cretácico medio (aproximadamente hace unos 100 millones de años) y su historia evolutiva ha estado siempre fuertemente vinculada a las plantas con flor. Es decir, estos dos linajes diversificaron juntos en una especie de relación indisoluble que podemos ver hasta el día de hoy.

En ese sentido, surge la simbiosis que conocemos como polinización, la cual consiste en el transporte de polen de una flor a otra y que termina en la fecundación de los óvulos que darán origen a los frutos y semillas. Este proceso es vital para la recombinación genética de las plantas silvestres y, a su vez, permite que las abejas accedan a recursos como néctar y polen, de los cuales se alimentan ellas y sus futuras generaciones. Por lo tanto, es un beneficio mutuo.

Esta relación nos permite ilustrar la relevancia de las redes de interacción que se están tejiendo en la naturaleza y que permiten la mantención de procesos ecológicos que sustentan la vida sobre la Tierra.

Lamentablemente, desde hace algún tiempo, la comunidad científica ha venido alertando sobre la pérdida de biodiversidad de insectos. Estudios de largo plazo han revelado que la biomasa de insectos voladores ha tenido una disminución del 80 % en las últimas dos décadas, y las abejas no son la excepción. Se estima que una de las principales causas de esta disminución sería el cambio de uso del suelo, que afecta significativamente la composición y diversidad de las plantas de las cuales las abejas se alimentan.

Esto debería ser especialmente preocupante para nosotros como país, ya que somos una de las regiones del mundo que alberga una mayor cantidad de abejas nativas. Contrario a lo que comúnmente estamos acostumbrados —donde las zonas del planeta más ricas en vida suelen ser los trópicos—, para el caso de las abejas lo son las zonas secas y templadas, como los climas árido y mediterráneo del centro-norte de Chile.

En total, nuestro país concentra alrededor de 470 especies de abejas nativas, de las cuales la mayoría son endémicas, es decir, no es posible encontrarlas en ninguna otra parte del mundo. Sumado a esto, su principal hábitat es Chile Central, un área densamente poblada y con escasas áreas protegidas. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad ser buenos vecinos con estos insectos y compartir el espacio de buena manera.

Para lo cual, lo primero que debemos hacer es conocerlas. Basta con estar atentos, sobre todo en la temporada de floración, y observar a los insectos sobre las flores. Ahí reconoceremos pequeños seres de diversos colores y tamaños. Destaca por su conspicua belleza y amplia distribución Callistochlora chloris, una pequeña abeja de un color verde esmeralda intenso, capaz de vivir en medio de la ciudad. Que no les extrañe encontrarla en el bandejón central de la Alameda o frente al Palacio de La Moneda.

Tristemente, no todas tienen esta resiliencia. Hay otras, como la nombrada en honor al cacique Caupolicán, Caupolicana fulvicollis, que, a pesar de estar presente desde Atacama a La Araucanía, presenta problemas de conservación debido a la destrucción de su hábitat.

Otra característica que para muchos es poco usual es que estas abejas son solitarias. Es decir, no las encontramos en colonias o colmenas; la mayoría nidifican en el suelo, donde aprovisionan a sus larvas con polen, lo cual permite su desarrollo hasta que emergen como adultos en la primavera. Por lo que no les extrañe ver pequeños orificios redondos en la tierra, de donde sale y entra una diligente madre que provee de alimento a sus hijos.

Por lo tanto, es nuestra responsabilidad conocer y proteger a estos insectos, que son parte fundamental de los ecosistemas naturales, así como también un elemento valioso de los agroecosistemas.

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