Un ecosistema cuenta con partes vivas e inertes que se relacionan entre sí para subsistir y donde se desarrollan diferentes sistemas, como el ciclo del agua, del carbono, la cadena trófica, entre otros, manteniendo un equilibrio. Cuando uno de estos sistemas falla, puede afectar al otro, y la degradación ambiental generaría escenarios adecuados para la propagación de enfermedades zoonóticas, es decir, que son transmitidas de los animales a los humanos, como lo es el coronavirus.
“Los microorganismos son parte de cada ecosistema, colaborando en la tarea común de mantener la funcionalidad de este. La mayor parte de ellos son benéficos y tienen importantes tareas que cumplir, pero hay una proporción de ellos que forman parte de un "experimento de la naturaleza" y cumplen roles perversos. Se dedican a desordenar el sistema provocando patologías en algunos miembros de la sociedad ecosistémica, de modo de forzar una selección natural hacia equilibrios aún más estables”, explicó el profesor Fernando Santibáñez, académico del Departamento de Ingeniería y Suelos de la Facultad de Ciencias Agronómicas de nuestra Universidad.
Por su parte, el profesor André Rubio, académico del Departamento de Ciencias Biológicas Animales de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias de nuestra Universidad, agregó que “la aparición de brotes de enfermedades infecciosas emergentes está dado principalmente por acciones humanas en los ecosistemas. La deforestación, fragmentación de hábitat, intensificación agrícola, caza ilegal, entre otros, son los factores más importantes de la emergencia de estas enfermedades”.
El cambio climático también se configura como uno de los factores que incidirá en la generación de nuevas dinámicas de los ecosistemas, afectando más a unas especies que a otras, pero sin duda, modificando la estructura de un ecosistema que tratará de defenderse frente a este nuevo escenario.
“Los microorganismos patógenos y no patógenos se ven forzados a salir en la búsqueda de nuevas especies donde hospedarse. En coyunturas como estas se aceleran las mutaciones, lo que le permite a los microorganismos encontrar más y mejores hospederos. El ser humano está dentro de las opciones para ello”, afirmó el profesor Santibáñez.
Las actividades económicas como la agricultura, la pesca, el turismo y otras, tienen su sustento en la conservación de los recursos biológicos y ecosistémicos. Y también son las que afectan la biodiversidad, como la producción de monocultivos; la fragmentación de hábitats; la ganadería intensiva; y la explotación de la vida silvestre, ya sea a través de la extracción o la introducción de especies en un ecosistema.
“El comercio legal y el tráfico ilegal de vida silvestre aumenta el contacto de fauna con el ser humano y por ende, aumenta la probabilidad de transmisión de patógenos. El SARS en Asia y el Ebola en África son ejemplos donde brotes de estas enfermedades que surgen del comercio de fauna silvestre o del uso de la fauna silvestre por parte del ser humano”, señaló el profesor Rubio.
El académico de FAVET también advierte que el comercio legal e ilegal de fauna no sólo podría aumentar el riesgo de exposición a zoonosis, si no que a otros patógenos que podrían afectar a fauna silvestre nativa. “Por ejemplo, el comercio de anfibios es una de las causas principales de la diseminación del hongo quitridio que afecta a un gran número anfibios en el mundo, incluido especies chilenas”, agregó.
Todos los elementos vivos e inertes cumplen roles dentro del ecosistema en que se encuentran y la pérdida, daño o desaparición de alguno de ellos puede provocar desequilibrios. Así mismo, la intromisión de una especie ajena a un hábitat puede causar estragos con la biodiversidad existente en ese espacio.
“Las especies exóticas a un ecosistema pueden venir asociadas a sus propios microorganismos. Estos microorganismos encuentran nuevas especies, a las que nunca habían conocido, que pueden ser candidatas para explorar nuevas colonizaciones”, aclaró el profesor Santibáñez, agregando que el ser humano no está exento de esta posible situación porque “puede ser visto por virus y bacterias que colonizaban a otras especies, como un posible candidato” y porque los microorganismos tienen muchas más herramientas para subsistir que las especies superiores.
El profesor Rubio destacó que si una especie nueva se establece de forma exitosa en el ecosistema, la convierte en una especie invasora, que “puede introducir patógenos nuevos, depredar sobre especies nativas que no presentan estrategias antipredatorias contra esta especie, entre otros efectos negativos”.
En nuestro país, tenemos el caso de los castores en Tierra del Fuego que fueron introducidos por la industria peletera a mediados del siglo pasado y que hoy han cambiado el paisaje dejando ver un daño irreparable en el ecosistema y también han introducido nuevas enfermedades a la fauna endémica de la zona.
“El daño que produce esta especie es tremendo. Los castores desvían los cursos de agua y ahogan los bosques. Y los bosques no se recuperan, no regeneran bien, entonces, tienes un daño que es ecológico y también hay un daño paisajístico. Nadie podría negar lo que hace esta especie”, afirmó en una entrevista la profesora Claudia Cerda, académica del Departamento de Gestión Forestal y su Medio Ambiente, de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de nuestra Universidad.
“Debemos buscar estrategias para disminuir la explotación de los hábitats naturales, aumentar la investigación aplicada a conservar y gestionar los ecosistemas de manera de producir menores impactos. Tenemos que aumentar los esfuerzos hacia un desarrollo más sustentable, lo que beneficiará tanto a la biodiversidad como al ser humano”, dijo el profesor Rubio para concluir.
La naturaleza nos entrega a diario servicios ecosistémicos y por más avances tecnológicos que existan hasta el momento, aún recurrimos a ella para abastecernos de alimentos, agua y otros recursos necesarios para la vida y la salud humana, animal y medioambiental. La protección de la biodiversidad es clave para poder enfrentar los efectos del cambio climático, evitar o anticipar enfermedades como la pandemia que estamos viviendo actualmente y entregar un mundo menos deteriorado a las nuevas generaciones.
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Francisca de la Vega Planet – Periodista Campus Sur