Ante la oportunidad que la actual crisis nos entrega –el espacio para analizar críticamente las instituciones de nuestra sociedad y para definir modelos más participativos, más justos y más efectivos– la ciencia en Chile debería aprovecharla. En cierto modo la ciencia era inmune a la demanda de mayor participación ya que se supone que ésta se jerarquiza solo por el conocimiento generado y el conocimiento se mide mediante indicadores universalmente aceptados (número de publicaciones, índices de impacto, etc.). Obviamente las cosas no son tan sencillas y menos en una sociedad joven. Cuando solo se consideran los indicadores de producción, se tiende a crear y a perpetuar castas muy fuertes que acceden preferencialmente a las posiciones de poder y a los grandes presupuestos destinados a la ciencia asociativa. Quedan marginados los científicos jóvenes, los de regiones y el sesgo de género se mantiene inalterable. Se da la lógica de “quien tiene, mantiene”, muy similar al que se observa en las sucesivas reelecciones de los parlamentarios. El llamado es a abrir mucho más la cancha para que en ella se incorporen nuevos actores y a buscar, con amplia participación de la sociedad científica, el camino que nos conducirá hacia una mejor ciencia.
Rodrigo Infante
Profesor Titular, Universidad de Chile
Miembro Correspondiente, Academia Chilena de Ciencias