A la vista del repunte de las cifras de contagios por COVID-19, el Gobierno de Chile anunció modificaciones al Plan Paso a Paso, incluyendo la suspensión del permiso de desplazamiento personal durante los fines de semana y festivos. En este contexto, el ministro Enrique Paris concretó que tanto los supermercados como las ferias libres deberán funcionar durante los fines de semana mediante delivery. Aunque en una reunión posterior con representantes de las ferias libres se circunscribió por el momento lo señalado solamente al fin de semana del 27 y 28 de marzo, las declaraciones del ministro Paris han generado una gran polémica, siendo tachadas como alejadas de la realidad. Para poder entender las implicancias de una medida como la anunciada, hay que considerar algunas preguntas clave: ¿cuál es la situación general de las ferias libres en Chile?, ¿cómo contribuyen a la alimentación en las ciudades?, ¿cómo han evolucionado en su funcionamiento desde el inicio de la pandemia hasta la fecha?, y ¿están formalmente capacitadas hoy en día para operar de manera remota?
Según cifras del Ministerio de Agricultura en todo Chile existen aproximadamente 1.150 ferias libres, las cuales son manejadas por más de 110 mil locatarios, generando en total unos 350 mil empleos directos. Entre los feriantes, la presencia de ambos géneros es bastante equitativa; el principal rango de edad es entre los 45 y 60 años; y la gran mayoría de los feriantes ha completado solamente estudios básicos. Los productos que más se comercializan son frutas y verduras, en muchos casos provenientes de zonas relativamente cercanas a la propia feria, lo que incentiva el consumo local y las dietas tradicionales. Se estima que un 70% de la población del país se abastece de frutas y verduras a través de las ferias libres.
Así, las ferias libres son un canal clave para acercar a los consumidores la producción de la pequeña agricultura nacional. De hecho, a los agricultores pequeños – segmento mayoritario en nuestro país y especialmente vulnerable – les resulta muy complejo vender en otros canales comerciales como los supermercados y mucho menos la exportación.
Al respecto, una investigación publicada en 2019 demostró que los supermercados en Chile ofrecen productos frescos, y en concreto frutas y verduras, a un precio superior a las ferias libres; situación respecto de la cual existen indicios que muestran que la pandemia incluso podría haberla acrecentado. Los supermercados tienen una tendencia de ofrecer precios más bajos en los productos ultraprocesados (o productos con sellos “ALTO EN”) en función de comprarlos en grandes volúmenes y de generar con ello economías de escala. Estas diferencias de precios entre alimentos sin y con sellos se acentúan especialmente en sectores de menores ingresos. En dichos sectores la prevalencia tanto del sobrepeso como de la obesidad es más alta. Dados los precios más bajos de los supermercados para los procesados, muchas familias cambian las ferias libres por los supermercados, y tienden en consecuencia a incorporar alimentos poco nutritivos en sus compras. Todo ello contribuye a que Chile sea uno de los países de América Latina con mayor penetración de los supermercados en la venta de alimentos y, con más altos niveles de consumo de alimentos y bebidas ultra procesados.
¿Cómo contribuyen entonces las ferias libres a la alimentación en las ciudades? Según un estudio realizado en 2016, el 59% de los hogares de la Región Metropolitana cuenta con una feria libre a una distancia igual o inferior a los 600 metros. Sin embargo, en las comunas de más bajos ingresos estas distancias son menores que en las de ingresos altos. Esto demuestra que las ferias libres son proveedoras de alimentos frescos en especial en aquellas comunas en las cuales la población tiene una prevalencia más alta de malnutrición en todas sus formas y por tanto podrían beneficiarse aún más del consumo de frutas y verduras frescas. En ello, la obesidad y/o enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición como hipertensión y diabetes tipo 2 conllevan un mayor riesgo de morbidad y mortalidad por COVID-19.
Así mismo, las ferias libres representan un lugar cultural de encuentro entre vecinos y con los feriantes. Nuestros estudios demuestran que las motivaciones que llevan a los consumidores a comprar en las ferias libres son tanto vinculadas al mantenimiento de dietas sostenibles (es decir, precios bajos, diversidad de la oferta, productos frescos y de alta calidad nutricional) como de tipo hedónico, es decir, relacionadas con la experiencia en sí de la compra. En ello, un estudio realizado en ferias de la Región Metropolitana demostró que la confiabilidad y amabilidad de los feriantes eran en especial valoradas por los compradores.
Durante las primeras cuarentenas relacionadas al COVID-19 en la Región Metropolitana, las ferias libres de varias comunas suspendieron su funcionamiento. Por su parte, el mercado mayorista de Lo Valledor y La Vega Central – puntos clave en la transacción de frutas y verduras frescas a nivel nacional – durante varios meses atendieron solamente a comerciantes y a particulares que compraban para varias familias. Una vez que las medidas de restricción a la movilidad se suavizaron alrededor de finales de agosto 2020, las ferias libres retomaron y recuperaron un funcionamiento más cercano a lo normal. En ello, se realizaron esfuerzos por capacitar a los feriantes para entender la necesidad de implementar mayores estándares de protección sanitaria y estar preparados para hacerlo. Sin embargo, estas capacitaciones no han sido realizadas de una manera estandarizada o consistente.
Con las ferias libres suspendidas o con acceso restringido, es muy probable que muchos compradores buscaran otras fuentes para adquirir sus alimentos, como los supermercados. Así, desde el inicio de la pandemia, uno de los cambios más relevantes en el modelo de negocio ha sido aumentar el servicio de delivery, tanto independiente como a través de aplicaciones, incrementando con ello el “ambiente alimentario digital”. Como la mayoría de las cadenas de supermercados ya contaba con experiencia en esta materia, se podían adaptar con cierta rapidez a un mayor número de pedidos debido de la pandemia.
Por el contrario, la mayoría de las ferias libres no tenían experiencia relativa a las compras en línea y/o a ofrecer servicio de delivery. Sin embargo, tanto tiempo en curentena y la pandemia, ha impulsado a algunas ferias libres, de una manera más bien voluntaria, pero en algunos casos con apoyo de las instituciones, a fomentar su inserción en las ventas digitales. Por ejemplo, la plataforma “Ferias Online” con pago en línea y entrega a domicilio por los propios feriantes. Así mismo, algunas ferias en especial en el sector oriente de la Región Metropolitana, entregaron sus productos durante los periodos de restricción a la movilidad a través de aplicaciones como Uber Eats. Por su parte, con apoyo institucional, la aplicación Pedidos Ya realizó un convenio en abril de 2020 para lanzar la iniciativa “Pedidos Sanos”, incluyendo a algunas ferias libres de la comuna de Santiago en su oferta. También han surgido emprendimientos independientes, más o menos formales, en esta misma línea.
Sin embargo, la pregunta clave es si, más allá de estas iniciativas puntuales, ¿están la mayoría de los feriantes capacitados para vender de manera no presencial? Los estudios que hemos realizado hasta ahora al respecto indican que lamentablemente no. Un concepto esencial y en el que hay que trabajar mucho más aún es la alfabetización digital. En ello, la FAO señala que es necesario buscar las medidas para que los actores en los sistemas alimentarios sean capaces de tomar las ventajas que conlleva la transformación digital.
Por consiguiente, aunque más de un año de pandemia ha impulsado algunas mejoras en las capacidades digitales, aún la posibilidad que tienen los feriantes de comercializar sus productos de manera no presencial es significativamente inferior a otros canales, y en algunos casos no existente. En consecuencia, restringir el acceso de los clientes a las ferias libres los fines de semana sin ofrecer capacidades adicionales para desarrollar y/o mejorar sus plataformas digitales, tendría consecuencias serias para la inseguridad alimentaria. Por un lado, se reduce el acceso físico y económico a frutas y verduras; por otro se disminuye el principal canal de la ya vulnerable pequeña agricultura, y por último, se merma el ingreso de los comerciantes y trabajadores asociados a las ferias libres, lo cual afecta así mismo a la capacidad que éstos tienen para adquirir alimentos para sus hogares. Al respecto, múltiples estudios demuestran que el consumo de productos frescos es aún más urgente en tiempos de crisis como la actual, ya que éstos se relacionan con un sistema inmune más fuerte.
Por todo ello, el esfuerzo público debiera enfocarse a mejorar las condiciones de acceso a las ferias libres, a facilitar y fiscalizar con mucha mayor intensidad el cumplimiento de requisitos sanitarios en ellas, y por qué no, a avanzar en su capacidad de realizar ventas no presenciales, pero con un horizonte realista y evitando generar aún mayores brechas. Tras más de un año de la llegada de la pandemia a Chile, los niveles de estrés ante nuevas restricciones aumentan, pero también la experiencia debe permitirnos generar resiliencia, es decir, la capacidad de recuperarnos, pero con un crecimiento que nos ayude a afrontar esta y las próximas crisis.